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Gracias por cambiar mi vida hijo

Héctor y Jaime, a los 7 años. Más que una semejanza física... Las huellas de padre e hijo y la foto de la reciente reunión por el Día del Padre en el Centro Ann Sullivan.

Había planeado tantas cosas contigo.
…Guardé en una bolsa los soldados que me regaló mi padre en mi infancia y que tanto disfruté. Quería que sean para ti. Pero apenas nos dieron tiempo para jugar. Tu vida fue terapias y desafíos tempranos. Te hiciste hombre mucho antes de lo que esperaba. Había que priorizar en tu vida otro tipo de recreaciones para derrotar esos pronósticos que se atrevían a decir que ni caminarías. Otras eran nuestras urgencias. Nunca pudimos abrir esa bolsa.
Si tengo un hijo hombre se llamará Héctor, decía. Te esperaba, pero no me atrevía a ser padre. Pero un día llegaste. Aguardé con angustia y ansiedad las horas que duró la cesárea que te trajo al mundo. Vi a tu madre sufrir por ti y me angustié. Te acompañé en una ambulancia, en silencio, contemplando cómo te agitabas por respirar dentro de una incubadora, recorriendo parte de Lima, con prisa por llegar al Hospital Almenara. No sabía que comenzabas a transformar mi vida.
Pequeño, menudo, internado en cuidados intensivos, como si la vida te exigiera el doble para darte un espacio en este mundo. He oído tu llanto de soledad, ese que reclamaba el pecho ausente de tu madre, imagino que sufriendo en el otro hospital donde tenía que quedarse. Cómo consolarte, cómo penetrar mi amor por el vidrio de esa incubadora, cómo tomarte y decirte: aquí estoy hijo.
El destino decidió que viviera así mi paternidad. Pensaba entonces por qué debíamos pasar tú y yo todo esto. No entendía el mensaje que traías y las lecciones que contigo aprendí. He pasado del dolor a la angustia. De la angustia al temor. Del temor a la ilusión. De la ilusión a la esperanza. De la esperanza a la felicidad.
Me has enseñado otra vez a planear cosas contigo.
…Espero verte hombre, profesional y feliz. Aguardo que esta sociedad, que aún le cuesta integrar a personas que tienen otras capacidades y habilidades, termine por entender que lo estándar no existe. Que todos somos diferentes... Estamos caminando juntos hijo. Gracias por cambiar mi vida. Me has enseñado que solo es imposible aquello que se deja de hacer.

Jaime Tipe Sánchez
Publicado 15/06/07

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